ORDENACIÓN DEL DIÁCONO BENJAMÍN ALEXANDER MORENO CASTAÑO DEL SEMINARIO REDEMPTORIS MATER
S. I. Catedral de Ourense
12 – VI – 2021
El elegido para el diaconado se acerca al obispo y se arrodilla ante él. El obispo le impone las manos sobre la cabeza en silencio. Arrodillado el elegido ante el obispo, este, con las manos extendidas, dice la oración de consagración: Escúchanos, Dios todopoderoso, que distribuyes las responsabilidades, repartes los ministerios y señalas a cada uno su propio oficio; inmutable en ti mismo, todo lo renuevas y ordenas y con tu eterna providencia lo tienes todo previsto y concedes en cada momento lo que conviene por Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro, que es tu Palabra, tu Sabiduría y tú Fuerza. Tú haces crecer a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y, enriquecida con dones diversos, hermosamente construida con miembros distintos y unificada mediante admirable estructura, la edificas como templo de tu gloria. Así estableciste, Señor, que hubiera tres órdenes de ministros para tu servicio, del mismo modo que en la Antigua Alianza habías elegido a los hijos de Leví para que sirvieran al templo, y, como herencia, poseyeran una bendición eterna. Así también, en los comienzos de la Iglesia, los Apóstoles de tu Hijo, movidos por el Espíritu Santo, eligieron, como auxiliares suyos en el servicio cotidiano, a siete varones, tenidos por fieles testigos del Señor, a quienes, mediante la oración e imposición de manos, dedicaron al servicio, de los pobres, para poderse entregar ellos con mayor empeño a la oración y al servicio, de la palabra. Te pedimos, pues, Señor, que mires también con bondad a éstos, tus siervos, que por mi oración consagro para el orden del diaconado y el servicio del altar. Envía sobre ellos, Señor, el Espíritu Santo, para que, fortalecidos con tu gracia de los siete dones, desempeñen con fidelidad su ministerio. Resplandezcan en su vida todas las virtudes: el amor sincero, la solicitud por los enfermos y los pobres, la autoridad moderada, la pureza sin tacha y un vivir siempre según el Espíritu; que tus mandamientos, Señor, se vean reflejados en su vida, y que, el ejemplo de su castidad suscite la imitación del pueblo santo; que sostenidos por el testimonio. de su buena conciencia, perseveren firmes y constantes en Cristo, de forma que, imitando en la tierra a tu Hijo, que no vino a ser servido, sino a servir, merezcan reinar con él en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. Acabada la oración de consagración, el obispo se sienta con la mitra puesta. El ordenado se levanta y algunos diáconos o presbíteros imponen al ordenado la estola según el modo diaconal y lo revisten con la dalmática. El ordenado, con las vestiduras diaconales, se acerca al obispo, que entrega a cada uno el libro de los Evangelios, diciendo: Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado (Ritual de Ordenaciones). ]]>