La fiesta de la Virgen del Rosario tiene su origen en la batalla de Lepanto (1571), en la que los cristianos por intercesión de María, vencieron a las galeras turcas. Primero se le llamó Virgen de la Victoria y, luego, Virgen del Rosario. El Papa, Pío V, mandó que se celebrase en Roma.
«Para escuchar al Señor, es necesario aprender a contemplarlo en el rosario. recitando el Avemaría, se nos conduce a contemplar los misterios de Jesús, para que, a través de María y José Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y acciones» (Papa Francisco).
Con el Papa, Juan pablo II, invocamos hoy a María como la Reina de la paz: en el Santo Rosario contemplamos a Cristo, Príncipe de la paz y de “nuestra paz”(Ef. 2, 14). En el santo Rosario contemplamos a Cristo en sus misterios de dolor y sufrimiento, que nos impulsan a estar al lado del que sufre, del marginado. En el santo Rosario contemplamos los misterios de luz y el mensaje de conversión y bienaventuranzas, que nos llevan a ser servidores de todos. En el santo Rosario pedimos por la paz en el mundo, cumpliendo el mandato del Señor de “orar siempre sin desfallecer” (Lc.
]]>