SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
“En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno: Porque gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que, conociendo a Dios visiblemente lleguemos al amor de lo invisible” (Natividad del Señor, Pref.)
Oramos con el Evangelio
Señor, gracias por enviar a tu mensajero
para anunciarnos la paz,
para traernos una Buena Noticia.
Hoy es un día de fiesta.
Tenemos motivos para gritar de júbilo,
para cantar y bailar de alegría.
Nos ha nacido un Salvador,
el Mesías, el Señor.
Quizás no esperábamos que Alguien tan grande
escogiera una familia tan sencilla,
un lugar tan humilde,
unas circunstancias tan difíciles
para hacer morada entre nosotros.
Pero tus designios son inescrutables
y tu sabiduría supera nuestras expectativas.
Gracias por descender a visitarnos.
Has querido presentarte como un niño,
para demostrar que habitas en la debilidad
del mundo,
que te pones en nuestras manos
para que te cuidemos,
que quieres atraernos con la ternura
de un recién nacido.
Que tu Espíritu nos revele el misterio
de la Navidad,
nos ayude a reconocer tu mano
en lo más cotidiano,
en una experiencia tan humana
como el nacimiento de un niño (Misal Claret).