Mensaje del papa Francisco para la cuaresma 2022
«No nos cansemos de hacer el bien»
La resurrección de Cristo anima las esperanzas terrenas con la «gran esperanza» de la vida eterna e introduce ya en el tiempo presente la semilla de la salvación (cf. Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi, 3; 7). … No nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» (Lc.18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa. Con la pandemia hemos palpado nuestra fragilidad personal y social. Que la Cuaresma nos permita ahora experimentar el consuelo de la fe en Dios, sin el cual no podemos tener estabilidad (cf. Is.7,9)… No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Que el ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado. No nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar…El perdón de los pecados
Parábola del Hijo Pródigo
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado” (Lc.15, 21-24).Los confesonarios en la Catedral
Textos Bíblicos
Jn.1, 29: Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». El testimonio del Bautista sobre Jesús es muy valioso e importante. El evangelista, que fue su discípulo, lo recoge, lo medita y lo resume en una frase: «Ese es el Cordero de Dios» Jesús es el Cordero de Dios. Y lo es de dos maneras, ya que, en lengua aramea, la misma palabra podía significar siervo y cordero. El Siervo del Señor, anunciado por el profeta Isaías, es anuncio de Jesús. Jesús es quien carga con los pecados de sus hermanos, los hombres, y se ofrece, inocente, para expiar por ellos. Él es «el que quita el pecado del mundo»~ es decir, el que restablece las relaciones de paz entre Dios y los hombres haciendo que éstos sean de nuevo hijos suyos. Todo esto lo recuerda la liturgia del Viernes Santo. Mt. 16, 13-19 Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Te daré las llaves del Reino. El llamado «poder de las llaves» es el mismo que Jesús tiene. Es el poder de «atar y desatar». La expresión significaba, entre los judíos, prohibir o permitir; condenar o perdonar. Es decir, poder dar normas a la comunidad y poder admitir o separar de ella. En la Iglesia es un poder espiritual y se manifiesta, sobre todo, en el poder de perdonar los pecados. Jesús da esta autoridad a Pedro, pero también a los Apóstoles La Iglesia católica afirma que los poderes de Pedro pasan a sus sucesores, los Papas. La Iglesia ortodoxa considera, más bien, que todos los obispos que confiesan la fe verdadera suceden a Pedro y a los Apóstoles. Las Comunidades eclesiales surgidas de la Reforma protestante piensan que Jesús dio estos poderes sólo a Pedro. Pero se debe reconocer que la fe católica al explicar este texto se apoya sobre la tradición, y que la interpretación que da, al interior de su fe, corresponde al pensamiento de Jesús. Jn.20, 22-23.: Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».Y para ello cuentan con el Espíritu, ya anunciado. El soplo de Jesús sobre ellos evoca el primer soplo de Dios sobre el hombre. Aquí también se trata de una creación que hace nacer a la nueva Vida, ya posible al hombre después de la resurrección. Jesús da a la Iglesia el poder de perdonar los pecados. Esta lo ejerce por los Apóstoles y sus sucesores en el ministerio sacerdotal. La conversión y el perdón de los pecados aparecen siempre en la primera predicación apostólica.
Cfr. Biblia para la Iniciación Cristiana, Secretariado Nacional de Catequesis, 1987. Comentarios.]]>