Domingo de Ramos
Los cristianos tenemos una cita especial para estos días: celebrar los misterios centrales de nuestra fe con una participación consciente y activa en los distintos actos programados en cada una de nuestras iglesias. Conmemorando la entrada de Jesús en Jerusalén ¬nos disponemos a acompañarlo ahora que, tal como dice al inicio del relato de la Pasión, ha llegado su hora. Jesús entra en Jerusalén como ningún rey lo ha hecho, a lomos de un asno que nadie había montado nunca. Entra aclamado por el pueblo sencillo como un rey humilde y pacífico, pero firme, dispuesto a no echarse atrás y a no darse por vencido. Entra en Jerusalén para consumar el camino de abajamiento por amor que había empezado en la encarnación. Él, que en su nacimiento en Belén asumió la debilidad humana, ahora acepta la muerte, y muerte de cruz. Jesús desciende tan abajo que no hay nada de la experiencia humana que no pueda ser sostenida por él y exaltada con él, cuando la vida venza a la muerte y el vuelva al Padre. Todos nosotros estamos invitados a compartir su muerte para poder participar de la resurrección.
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