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Domingo IIº de Navidad

Día 2 de enero

IIº domingo de Navidad

Celebrar Navidad es celebrar que Dios está con nosotros. ¡No estamos solos! Es la dicha sin límites de saber y sentir que Dios nos ama y se hace cercano. Podemos contemplar a Dios en el rostro del niño Jesús. Él es la pala­bra del Padre, expresión del Dios invisible en el mundo, desde siempre y para siempre. El evangelista Juan nos ofrece una profunda reflexión ante la humanidad del pesebre. La palabra es comunicación, expresión de la pro­pia interioridad al otro, y que pide respuesta. Dios nos enseña, en el pesebre, a hablar desde el silencio y la contemplación, porque creer es dejarse iluminar por su luz, y Él espera de los hombres un encuentro luminoso y un diálogo de corazón. Hoy Jesús sigue siendo palabra en la historia, para los que tienen abierto el sentido de la fe, para entrar en comunión con Él y participar de su filiación divina. También hoy viene a nuestra vida para plantar su tienda, que es hogar, cobijo y acogida para todos. Su palabra en nuestra vida es gracia y plenitud, y su voz nos llega desde la sencillez, la pobreza y el amor de las pequeñas cosas, en las actitudes humildes y los rostros amables. Dejemos que su luz colme de Vida nuestras vi­das, para que nosotros seamos testigos de su palabra. Que no nos acostumbremos al misterio. Canto (Misa Claret)

El Verbo hecho carne

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; | el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, | ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Coro Aqua Musica:

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