A través de doseletes calados encajados en cuadrículas, el maestro expresa un espacio para las oraciones, como si fuese un gran devocionario abierto, cuya contemplación incita a la piedad, al recogimiento y a la veneración. En las escenas se aprecia la influencia incuestionable franco-borgoñona en detalles como la minuciosidad, las prendas de vestir de los representados, muy al gusto de la época entre la aristocracia. La Asunción de Santa María y San Martín revestido de pontifical presiden las galerías del retablo, como patronos y protectores del templo, a las que en el siglo XVIII el maestro Castro Canseco añadió los laterales para custodiar las reliquias de Santos Facundo y Primitivo, y Santa Eufemia, mártires relacionados con la diócesis orensana.
A los pies se conserva parte de la sillería del antiguo coro catedralicio, de delicada factura, finamente labrada. En el entorno destaca el sepulcro gótico de esta catedral atribuido al obispo Núñez de Novoa, con la representación de los funerales y de la Virgen María como dispensadora de todas las gracias celestiales.
En el crucero se encuentra una reja de excepcional factura, obra del siglo XVI de Juan Bautista Celma, que antaño cerraba el Coro y la Capilla Mayor.