8ª Estación Märnu 2003

Novena al Santo Cristo de Ourense

7º Día de la Novena al Santo Cristo de Ourense

Camino del Calvario. Lc. 23, 26 – 28.

“Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos”. Señor, que te siga, llevando mi cruz; y que ayude a los demás a llevar las cruces de cada día.
Llevar la cruz de cada día, desear cruces más llevaderas, desear las ajenas por su apariencia de facilidad… La vida verdadera se encuentra en la cruz de cada día, que el mismo Jesús nos ayuda a llevar, convirtiéndose para cada uno en cireneo misericordioso. Dios quiere ayudarnos por su Hijo. Ojalá que lo permitan nuestra fe y confianza en el Señor. “¿No es el hijo del carpintero?… Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta.. Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe” (Mt. 13, 54 – 58).
Los judíos lo entendieron todo materialmente: es decir, no lo entendieron. La fe de los judíos les impide dar alcance a la perspectiva sobrenatural de las acciones de Jesús. Jesús, con esas palabras, con esas acciones, con esas realidades materiales quiere comunicarnos la Eucaristía, que sólo entendemos por la fe: la necesidad de comer su propia carne y beber su propia sangre para tener vida en nosotros. La Eucaristía es el sacramento de la compasión de Dios para con todos nosotros.
Hoy comprendemos la clara alusión a la Eucaristía. Pero podemos preguntarnos, ¿creemos realmente lo que dijo Jesús? “Si no coméis, no tendréis vida”. No es posible llamarse cristiano sin la Eucaristía. “Señor, tú tienes palabras de vida eterna”. La Eucaristía es pan para levantarnos, pan para reparar fuerzas, pan para salir de nosotros mismos, pan para abrirnos a Dios y a los hermanos, pan para hacer de nuestra vida una vida de entrega con Jesús.
“Por tu pasión y muerte en cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y en la muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y por las intenciones de toda la Iglesia (breve silencio).
 
Oración en tiempos difíciles:  Cristo, que en la Eucaristía nos das la medicina de la inmortalidad y la prenda de la resurrección, − concede la salud a los enfermos y el perdón a los pecadores. Apiádate de nosotros, Señor.
Oración: Oh Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por nosotros el suplicio de la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del enemigo, concédenos a tus siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por Cristo Nuestro Señor. Amén
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