


Os Bombeiros de Ourense chequean a Catedral Basílica de san Matiño
Días 24, 25 e 27 de novembro do 2025
Puntos extratéxicos, o que hai que salvar de todas todas, entradas e saídas, techumbres e balconadas, alturas do Cimborrio e do Campanario.
Capela do Santo Cristo, capela Maior, Cristo dos Desamparados, tesouro da Catedral, arquivo Catedralicio, e residencia dos capitulares.


NOVENA A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA
Día 27, DÍA 9º DE LA NOVENA
PRESIDE LA EUCARISTÍA EL SR. RECTOR DEL SANTUARIO DE
LOS MILAGROS, EL PADRE PAÚL D. JOSÉ MANUEL VILLAR SUÁREZ
ORACIÓN PREPARATORIA
Virgen y Madre Inmaculada, míranos con ojos misericordiosos, somos tus hijos que vienen a ti, llenos de confianza y amor, a implorar tu maternal protección, y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa. Creemos y esperamos en tu Medalla, Madre nuestra del cielo, y la amamos con todo nuestro corazón, y tenemos la plena seguridad de que seremos atendidos en todas nuestras plegarias. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
AMBIENTACIÓN PARA ESTE DÍA:
Las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa constituyen indudablemente una de las pruebas más exquisitas de su amor maternal y misericordioso. Amemos a quien tanto nos amó y nos ama. “Si amo a María —decía san Juan Bérchmans — tengo asegurada mi eterna salvación”. Como su feliz vidente y confidente, santa Catalina Labouré, pidámosle cada día a Nuestra Señora, la gracia de su amor y de su devoción.
REFLEXIÓN PARA EL DÍA NOVENO: Ap. 12, 1
«Una gran señal apareció en el cielo: una mujer revestida del sol, la luna bajo sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas. Estaba encinta y gritaba de dolor en el trance del parto… La mujer dio a luz un varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro» [Ap.12, 1-2. 5].
La Medalla, en su anverso, representa a María como una mujer llena de luz. Esta imagen enseguida recuerda a la mujer del Apocalipsis. María es mujer celestial, mujer de lo alto. Por ello, los santos padres llamaron a María la segunda y nueva Eva. María, siendo de nuestra raza, es hija de la Eva terrenal; pero, al mismo tiempo, llena de gracia, es mujer reflejo de Dios, Eva celestial.
En toda la Biblia, en la misteriosa historia de amor de Dios hacia a la humanidad, aparece la mujer, la Eva terrenal, figura de nuestra humanidad creada y pecadora. Y al hilo de esa misma historia, también va apareciendo la mujer celestial, nuestra María: al inicio solo aparece de manera velada, corno la mujer de la gran promesa de Dios al linaje humano [Gen 3, 15]. Luego, la mujer nueva, en alusión a María, va presentándose con mayor claridad en los profetas y los sabios de Israel: “Mirad: la joven está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombro Enmanuel” [Isaías 7, 14]; «Con todo honor entra la princesa vestida de tisú y de oro y brocados. La conducen hasta el rey» [Salmo 45 (44) 141. Esta mujer nueva, María, aparece en Caná como la novia del esposo, el Señor Jesús, y juntos son los verdaderos protagonistas de las bodas del vino abundante, bodas que son signo de la nueva alianza de Dios con su pueblo [Jn.2]. Esta mujer nueva, María, es mujer muy humana y terrena y, a la vez, mujer celestial de Dios.
SÚPLICAS A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA:
Pidamos con fe y confianza las gracias que deseemos alcanzar de María en este día de su novena
OH MARÍA SIN PECADO CONCEIDA:
Rezar tres Avemarías con la jaculatoria: OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS.
ACORDAOS, ¡OH PIADOSÍSIMA VIRGEN MARÍA!
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro socorro, haya sido desamparado de Vos. Animado por esta confianza, a Vos también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
NOVENA A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA
Día 26, DÍA 8º DE LA NOVENA:
ORACIÓN PREPARATORIA
Virgen y Madre Inmaculada, míranos con ojos misericordiosos, somos tus hijos que vienen a ti, llenos de confianza y amor, a implorar tu maternal protección, y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa. Creemos y esperamos en tu Medalla, Madre nuestra del cielo, y la amamos con todo nuestro corazón, y tenemos la plena seguridad de que seremos atendidos en todas nuestras plegarias. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
AMBIENTACIÓN PARA ESTE DÍA:
Fueron tantos y tan portentosos los milagros obrados por doquier por la nueva medalla (conversiones de pecadores obstinados, curación de enfermos desahuciados, hechos maravillosos de todas clases) que la voz popular empezó a denominarla con el sobrenombre de la medalla de los milagros, la Medalla Milagrosa; y con este apellido glorioso se ha propagado rápidamente por todo el mundo. Deseosos de contribuir también nosotros a la mayor gloria de Dios y honor de su Madre Santísima, seamos desde este día apóstoles de su milagrosa medalla.
REFLEXIÓN PARA EL DÍA OCTAVO: Mt. 12, 49
«Estaba hablando a la multitud, cuando se presentaron su madre y sus hermanos, que estaban afuera, deseosos de hablar con él. Uno le dijo: – Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablar contigo. Él contestó al que se lo decía: – es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos? Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: – ¡Ahí están mi madre y mis hermanos! Cualquiera que haga la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» [Mt 12, 46-50].
María, que guardaba todo en su corazón, un día dejó su casa para ir en busca del rabí de Nazaret y observarlo discretamente. Al escuchar sus bienaventuranzas –»felices los pobres, los humildes, los limpios de corazón»–, María sintió como si él estuviera dirigiéndose a ella. Un día, María lo escuchó comparando a Dios con una mujer que busca su monedita perdida y pone levadura en la masa y entonces recordó cómo ella había hecho lo mismo en su humilde casa. Oyendo sus palabras, María revivió sus días en Nazaret. Escuchando a su hijo fue haciéndose discípula suya, fue amándolo más y, silenciosa entre la muchedumbre, se alegraba con los enfermos curados y los niños bendecidos. Se fue acercándose al círculo de sus amigos íntimos y aunque, como ellos, no lo acaba de entender del todo, comenzó a seguirlo día y noche.
SÚPLICAS A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA:
Pidamos con fe y confianza las gracias que deseemos alcanzar de María en este día de su novena
OH MARÍA SIN PECADO CONCEIDA:
Rezar tres Avemarías con la jaculatoria: OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A
ACORDAOS, ¡OH PIADOSÍSIMA VIRGEN MARÍA!
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro socorro, haya sido desamparado de Vos. Animado por esta confianza, a Vos también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
NOVENA A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA
Día 25, DÍA 7º DE LA NOVENA:
ORACIÓN PREPARATORIA
Virgen y Madre Inmaculada, míranos con ojos misericordiosos, somos tus hijos que vienen a ti, llenos de confianza y amor, a implorar tu maternal protección, y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa. Creemos y esperamos en tu Medalla, Madre nuestra del cielo, y la amamos con todo nuestro corazón, y tenemos la plena seguridad de que seremos atendidos en todas nuestras plegarias. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
AMBIENTACIÓN PARA ESTE DÍA:
Nuestra Señora ordenó a sor Catalina que fuera acuñada una medalla según el modelo que ella misma le había diseñado. Después le dijo: “Cuantas personas la lleven, recibirán grandes gracias que serán más abundantes de llevarla al cuello y con confianza”. Esta es la Gran Promesa de la Medalla Milagrosa. Agradezcámosle tanta bondad, y escudemos siempre nuestro pecho con la medalla que es prenda segura de la protección de María.
REFLEXIÓN PARA EL DÍA SÉPTIMO: Jn.19, 25.
«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al lado al discípulo predilecto, dice a su madre: —Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo: —Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa» [Jn.19, 25-271.
María doliente junto a la cruz fue «madre por segunda vez». Es lógico que una madre muera antes que su hijo; por eso, la muerte prematura de un hijo quiebra la vida y la esperanza, rompe y, al tiempo, agranda el corazón de una madre. Esta muerte llega a ser el dolor más agudo de una madre; dolor mayor que el de dar a luz al hijo y aprender a ser madre.
Aunque sea doloroso, todos vamos contando con nuestra muerte y Jesús también contaba con la suya. Pero en ocasiones, la muerte cuenta más con nosotros que nosotros con ella y así, en el plan misterioso de Dios, la muerte contó anticipadamente con Jesús. Para María fue doloroso aprender a ser madre y a contar con la muerte de su hijo en la flor de su vida. En la cruz, María pierde a su hijo y su dolor es tan inmenso e infinito como lo era el fuego de su amor.
María, doliente y amante, también recibió de su hijo agonizante la herencia de ser madre de nuevo, ser madre por segunda vez: «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
SÚPLICAS A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA:
Pidamos con fe y confianza las gracias que deseemos alcanzar de María en este día de su novena
OH MARÍA SIN PECADO CONCEIDA:
Rezar tres Avemarías con la jaculatoria: OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS.
ACORDAOS, ¡OH PIADOSÍSIMA VIRGEN MARÍA!
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro socorro, haya sido desamparado de Vos. Animado por esta confianza, a Vos también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.