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Asunción de la Virgen Inmaculada Madre de Dios

Orar con el Evangelio

 Señor, gracias por librar a tu madre

Del poder de la muerte.

Tanto la amabas que no quisiste

Que tuviera que sufrir la corrupción del sepulcro.

Gracias porque María recibió,

Como habías prometido,

El ciento por uno, y, además, la vida eterna.

El cuerpo que fue templo

Donde Tú habitaste durante nueve meses

No podía ser destruido por el pecado.

Gracias María por dejar

Que el Espíritu Santo te cubriera con su sombra,

Por hacer posible la Encarnación

Del Hijo de Dios

Y también la Asunción al cielo.

Gracias por ser modelo para todos nosotros,

Por ser la primera entre los hijos de Adán

Que ha regresado al Paraíso perdido.

Tu ejemplo nos llena de esperanza

Para creer en una nueva creación,

En la que resucitaremos en cuerpo y alma

Por eso nos unimos a los cristianos

De todos los tiempos

Que te han bendecido y venerado

Por las maravillas que Dios ha obrado.

(Josep Otón, La Misa de cada día, Claret)

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2009 (4)

Traqnsfiguración del Señor

Jueves, 6 de agosto

Transfiguración del Señor

«Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido».

 Al final del viaje, lleno de obstáculos, que está recorriendo Jesús en los evangelios, ¿encontrará la luz? Arriba, en la montaña, rodeado por los íntimos, el final es pletórico de luz: «El de los vestidos fulgurantes, ese, es mi Hijo Amado. Escuchadle!» (cf. Mc 9,2-13). Es la fiesta de la dedicación de las iglesias del monte Tabor. Mu­chos de los que llevan el nombre de Salvador celebran hoy su santo: porque en Roma era la fiesta titular de la basílica del Laterano (dedi­cada a Cristo Salvador). Oración: Oh, Dios, que en la gloriosa transfiguración de tu Unigénito confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los que lo precedieron y prefiguraste maravillosa­mente la perfecta adopción de los hijos, concede a tus siervos que, escuchando la voz de tu Hijo amado, merezcamos ser sus coherederos.  ]]>

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Santo Cura de Ars

Martes, 4 de agosto

San Juan María Vianney, presbítero
Hoy recordamos a san Juan María Vianney (1786-1859), patrono de los párrcos. En el seminario lo querían descartar (el latín se le atragantaba), él descartó la milicia militar (huyó dos años al bosque para no hacerla mili) para, finalmente, aceptar la «Mili­cia cristiana» de ser pastor del pequeño pueblo de Ars (250 habitantes) durante 42 años. Y el «pastor» hizo «olor a oveja»: «El sacerdote es el amor del corazón de Jesús. Un buen pastores el mayor tesoro que el buen Dios puede conceder a una parroquia».
Oración:
Dios de poder y misericordia, que hiciste admirable a san Juan María Vianney, presbítero, por su celo pastoral, concédenos por su ejemplo e intercesión, ganar para Cristo nuevos hermanos en el amor y poder alcanzar con ellos la gloria eterna. 
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