El mensaje central del relato evangélico de los magos es claro: el Salvador nacido en Belén es para todos los hombres y mujeres de la Tierra. La salvación que trae Cristo es para toda la humanidad
El relato de los magos nos habla de la reacción de tres grupos de personas. Unos paganos que lo buscan, guiados por la pequeña luz de una estrella. Los representantes de la religión del Templo, que permanecen indiferentes. El poderoso rey Herodes que solo ve en él un peligro.
El que busca a Dios, lo encuentra; y Dios encuentra al que le busca, al que busca su rostro. La salvación es para todos los hombres y por eso la Iglesia ofrece la luz del Evangelio a todos los hombres de buena voluntad, de cualquier raza, religión o cultura.
No es fácil comenzar el año nuevo. Lo desconocido inquieta, no sabemos lo que nos traerá. Por eso lo festejamos de manera ruidosa: ya no es sólo la cena de Nochevieja y las ofertas especiales de las cadenas televisivas; son cada vez más los que comienzan el año echando cohetes o haciendo explotar petardos. También los antiguos romanos metían ruido para ahuyentar los malos espíritus al inicio del año. Pero se puede comenzar el año en silencio. Es, sin duda, la manera más lúcida de adentrarnos en el misterio de ese tiempo que no podemos detener y que constituye nuestra vida.
SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
Damos gracias a Dios por María. Por ella nos ha llegado esta bendición de Dios que es Jesús (“Dios salva”). Deseamos experimentar su protección y presencia amorosa, la claridad de su mirada y su paz.
“El Santo Padre, en este mensaje, pide esfuerzos para que la inteligencia artificial «pueda contribuir a la resolución de conflictos y de las injusticias»y que sea una aportación a la «fraternidad humana y a la paz».
El día 31 de diciembre la Iglesia celebra la jornada de la Sagrada Familia
“Familia, portadora de la Buena Noticia”.
Hoy se habla mucho de la crisis de la institución familiar. Ciertamente, la crisis es grave. Sin embargo, aunque estamos siendo testigos de una verdadera revolución en la conducta familiar, y muchos han predicado la muerte de diversas formas tradicionales de familia, nadie anuncia hoy seriamente la desaparición de la familia. Al contrario, la historia parece enseñarnos que en los tiempos difíciles se estrechan más los vínculos familiares. La abundancia separa a los hombres. La crisis y la penuria los unen.
Todas las navidades celebramos esta fiesta con ocasión de la Navidad, fijando la mirada en los protagonistas del Belén: María, José y el niño, una llamada a robustecer los pilares de la institución familiar. Dios se encarna en una familia con personas concretas.
Uno de los principios básicos de la familia, honrar a los padres. Todas las culturas, épocas y religiones contienen el precepto: chinos, egipcios, griegos, hindúes… ¿Cuál podría ser el origen de tal norma? La respuesta más sencilla sería: “Dios lo manda”. Y punto. Sí, pero no basta la ley positiva. Hay una ley natural por la que se inserta en la conciencia humana, con reconocimiento en toda época y lugar, salvo lo que vela la niebla del pecado, personal y estructural. Estas son las actitudes familiares clave: humildad, paciencia, sobrellevarse mutuamente, perdón. ¡Está tan claro! ¡El peligro radica en pedir a los demás lo que uno no da!
Navidad: final gozoso y desbordante de nuestro camino de Adviento. Celebramos y acogemos el gran misterio de esta noche: el Dios inmenso, que está más allá de todo, que no podemos en nuestro pensamiento ni en nuestras palabras; el Dios que nadie ha visto nunca, por amor, se ha encarnado en un niño pobre y excluido y ha asumido en serio nuestra existencia humana, uniéndola íntimamente a Él. Y esto es para nosotros fuente de esperanza y de una alegría inmensa. ¡Feliz Navidad! (Misal Claret).
El magnífico prólogo del evangelio de Juan culmina con el anuncio de la Navidad: “La Palabra se ha hecho carne y ha habitado entre nosotros”. La Palabra o comunicación de Dios no se queda, pues, en un discurso o conocimiento, sino que toma carne en una existencia humana y “planta su tienda” entre nosotros
El Papa pide no caer en el «consumismo de la Navidad»
que «corroe» su verdadero sentido
Francisco ha recordado en la audiencia general de este miércoles que, en 1223, hace 800 años, san Francisco de Asís realizó el primer Belén viviente en el que pequeño pueblo de Greccio
El Papa Francisco ha pedido a los fieles congregados en el aula Pablo VI del Vaticano que no caigan en «el consumismo de la Navidad» que «corroe» el sentido de estas fiestas.
Aunque esta tradición se ha extendido entre las familias cristianas, el obispo de Roma ha precisado que «no basta» con que los cristianos miren el pesebre «como algo bello, como algo histórico, incluso religioso» sino que deben «asombrarse». «Si yo ante los misterios no llego a este asombro, mi fe es simplemente superficial; una fe informática. No lo olviden», ha advertido.
El Cabildo Catedralicio visitó el 21 de diciembre al Sr. Obispo, como es tradición en los días previos a Nochebuena, para felicitarle la Navidad y compartir unos momentos de encuentro y reflexión
El Cabildo de la Catedral Basílica les desea una feliz Navidad y próspero año 2024
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno por Cristo, Señor nuestro.
Por el misterio santo que hoy celebramos, el que era de naturaleza invisible se hizo visible en nuestra naturaleza, y el que es engendrado desde toda la eternidad comenzó a existir en el tiempo para asumir en sí mismo todo lo creado, reconstruir lo que estaba caído y encaminar al hombre descarriado hacia el Reino celestial.
El nombre es de origen griego. Heródoto cita en sus Historias un LewkhdhV (Leokédes). Está formado por lewV (leós, forma arcaica de laoV, laós), que significa «pueblo» y khdhV (kédes), sustantivo derivado de khdomai (kédomai) que significa «cuidarse, preocuparse, velar por». Según esto Leocadia significaría «La que se preocupa del pueblo», «La que vela por el pueblo». Un nombre precioso y muy apropiado para la patrona de una ciudad.
Santa Leocadia nació en Toledo de familia cristiana, en el siglo III, en plena época de persecución de los cristianos hasta en los rincones más apartados del imperio romano. Cuando llegó allí Daciano con orden de erradicar el cristianismo reduciendo a los cristianos al culto de los dioses del imperio o exterminándolos si se resistían, entre los primeros denunciados estuvo Leocadia, porque se significaba notablemente propagando la nueva fe entre los toledanos. Mandada comparecer ante el tribunal, persistió en confesar su fe, por lo que fue condenada a una cruel pena de azotes y prisión. Estando en la cárcel, donde se había grabado una cruz en la pidra, supo del martirio de Santa Eulalia de Mérida, cuyo ejemplo la animó a a seguir con más firmeza en la fe y a refugiarse en la oración ante su cruz grabada en la piedra. Vencida por las heridas que habían quebrantado su cuerpo y por las duras condiciones de la prisión, murió el 9 de diciembre del 304.
Tres templos se levantaron en Toledo en honor de Santa Leocadia: uno en la casa donde nació, otro donde estuvo presa y otro en el lugar de su sepultura. Este último se hizo célebre porque allí se celebraron los concilios de Toledo y porque en ocasión de reunirse en aquella iglesia el rey Recesvinto y toda su nobleza con San Ildefonso, a la sazón obispo de Toledo, para expresarle al santo su agradecimiento y admiración por sus tratados en defensa de la Virgen María y sus prerrogativas, la santa se levantó de la sepultura para expresar su adhesión al solemne homenaje.
El cuerpo de Santa Leocadia estuvo muchos años en Toledo, en el templo que le edificó el rey Sisebuto. Pero con la invasión de los árabes se temió por las santas reliquias, por lo que fueron trasladadas a Oviedo, y de allí a Flandes, al monasterio benedictino de San Gisleno. Felipe II lo devolvió a Toledo, donde fue acogida con gran júbilo. A raíz de del traslado del sepulcro de la santa a Oviedo, hasta 18 pueblos de aquellos entornos se pusieron bajo el patrocinio de la santa, denominándose todos ellos Santa Leocadia. También en Galicia y concretamente en Ourense, hay pueblos como el de Abelleira (en Muiños) que la tienen por patrona y alguna parroquia que la tienen por titular.
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