El día 31 de diciembre la Iglesia celebra la
jornada de la Sagrada Familia
“Familia, portadora de la Buena Noticia”.
Hoy se habla mucho de la crisis de la institución familiar. Ciertamente, la crisis es grave. Sin embargo, aunque estamos siendo testigos de una verdadera revolución en la conducta familiar, y muchos han predicado la muerte de diversas formas tradicionales de familia, nadie anuncia hoy seriamente la desaparición de la familia. Al contrario, la historia parece enseñarnos que en los tiempos difíciles se estrechan más los vínculos familiares. La abundancia separa a los hombres. La crisis y la penuria los unen.
Todas las navidades celebramos esta fiesta con ocasión de la Navidad, fijando la mirada en los protagonistas del Belén: María, José y el niño, una llamada a robustecer los pilares de la institución familiar. Dios se encarna en una familia con personas concretas.
Uno de los principios básicos de la familia, honrar a los padres. Todas las culturas, épocas y religiones contienen el precepto: chinos, egipcios, griegos, hindúes… ¿Cuál podría ser el origen de tal norma? La respuesta más sencilla sería: “Dios lo manda”. Y punto. Sí, pero no basta la ley positiva. Hay una ley natural por la que se inserta en la conciencia humana, con reconocimiento en toda época y lugar, salvo lo que vela la niebla del pecado, personal y estructural. Estas son las actitudes familiares clave: humildad, paciencia, sobrellevarse mutuamente, perdón. ¡Está tan claro! ¡El peligro radica en pedir a los demás lo que uno no da!