IMG_20210531_073731

Fiesta de la Visitación

Visitación de la Bienaventurada Virgen María

Día 31 de mayo de 2021

Fiesta de la Bienaventurada Virgen María, con motivo de su visita al encuentro de su prima Isabel, que estaba en cinta de un hijo en su ancianidad, y a la que saludó. Al encontrarse gozosas las dos futuras madres, el Redentor que venía al mundo santificó a su precursor, que aún estaba en el seno de Isabel, y al responder María al saludo de su prima, exultante de gozo en el Espíritu Santo, glorificó a Dios con el cántico de alabanza del Magnificat (elog. del Martirologio Romano)
]]>

Pentecostés

Solemnidad de Pentecostés

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

 VIGILIA DE PENTECOSTÉS

22 – V – 2021

  Sed bienvenidos a esta celebración de la Vigilia de Pentecostés. Se nos dice en los Hechos de los apóstoles «cuando llegó el día de Pentecostés estaban reunidos y se llenaron todos de Espíritu.» Celebramos hoy la fiesta del Espíritu Santo, día de la Acción Católica y del Apostolado seglar. En este tiempo de dolor e incertidumbre, somos invitados a la Esperanza, somos impulsados a soñar que otro mundo es posible. Somos pueblo de Dios en salida, peregrino por la tierra, siguiendo a Cristo y guiado por su Espíritu «CONSTRUYENDO LOS SUEÑOS, JUNTOS». Desde que empezamos a caminar no debemos detenernos jamás y hemos de mejorar, constantemente, el ritmo. Los laicos como Iglesia hemos de estar unidos viviendo los valores de la humildad, comprensión, FE, ESPERANZA y AMOR, teniendo como referente a CRISTO. Que El Espíritu Santo nos ilumine y seamos capaces de transmitir la alegría del Evangelio, para que podamos ser luz en un mundo con muchas sombras. El Señor nos quiere alegres. Ojalá algún día cada uno de nosotros podamos escuchar la voz de JESÚS diciéndonos: «Te veo reír y no sé cuál de los dos es más feliz». Nos unimos también al gozo de estos hermanos nuestros en la fe que recibirán, en esta celebración, el Espíritu Santo por medio del Sacramento de la Confirmación. Pidamos que la fuerza del Espíritu nos haga a todos semillas del Evangelio. “Celebramos la vigilia de Pentecostés; imitando a los apóstoles y discípulos, que, con María, la madre de Jesús, se dedicaban a la oración, esperando el Espíritu prometido por el Señor, escuchemos ahora, con atención y reposadamente, la Palabra de Dios. Meditemos los prodigios que hizo Dios en favor de su pueblo y pidamos que el Espíritu Santo, que el Padre envió como primicia para los creyentes, lleve a plenitud su obra en el mundo”.

Confirmación de Adultos

Un grupo de cristianos adultos (treinta y nueve) van a ser confirmados por el Sr. Obispo en esta celebración de la Vigilia de Pentecostés. Ellos recibirán, con sus siete dones, la plenitud del Espíritu Santo, que les facilitará ser cristianos misioneros en el mundo.  

Misa Estacional

Día 23 – V – 2021

Oración:

Dios todopoderoso,

Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo,

a estos siervos tuyos y los libraste del pecado,

escucha nuestra oración

y envía sobre ellos el Espíritu Santo Defensor;

llénalos de espíritu de sabiduría

y de inteligencia,

de espíritu de consejo y de fortaleza,

de espíritu de ciencia y de piedad,

y cólmalos del espíritu de tu santo temor.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén.

Galería de fotos:

]]>

Image-57

Diaconado permanente

ORDENACIÓN DE UN CASADO COMO DIÁCONO PERMANENTE PARA LA IGLESIA DE OURENSE

D. Amancio José Moure Lorenzo

  1. S. I. Catedral de Ourense.

15 – V – 2021

El diaconado permanente un regalo divino a la Iglesia de Dios

El Concilio Vaticano II restableció el diaconado «como un grado particular dentro de la jerarquía» (LG 29) en la Iglesia católica latina; las Iglesias de Oriente lo habían mantenido siempre. El diaconado permanente constituye un enriquecimiento importante para la misión de la Iglesia. En efecto, es apropiado y útil que hombres que realizan en la Iglesia un ministerio verdaderamente diaconal, ya en la vida litúrgica y pastoral, ya en las obras sociales y caritativas, «sean fortalecidos por la imposición de las manos transmitida ya desde los Apóstoles y se unan más estrechamente al servicio del altar, para que cumplan con mayor eficacia su ministerio por la gracia sacramental del diaconado» (AG 16; cf. Catecismo de la Iglesia católica, 1571).

 ¿Qué es un Diácono?

Un diácono (del griego diakonos = «servidor») es el fiel laico que recibe el tercer grado del sacramento del Orden por la imposición de las manos del Obispo y queda constituido y habilitado para servir al Pueblo de Dios en la diaconía de la Palabra, de los Sacramentos y de la Caridad. El diácono es ordenado «para realizar un servicio y no para ejercer el sacerdocio» (LG 29) y está llamado a configurar su vida a imagen de Cristo servidor: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Marcos 10, 45). Hay dos clases de diáconos: los diáconos ‘transitorios’, que un día serán ordenados presbíteros, y los diáconos ‘permanentes’, que son ordenados sólo y para siempre para el diaconado. El diaconado permanente puede ser conferido a hombres célibes o casados. Si el candidato está casado, la esposa deberá autorizar por escrito la aceptación para la ordenación del esposo (requisito indispensable). Un diácono casado que pierde a su esposa no puede volver a contraer matrimonio, pero sí puede optar a ser presbítero. Quien es ordenado diácono siendo soltero, se compromete al celibato permanente. Solo el varón bautizado recibe válidamente esta sagrada ordenación. El sacramento del Orden confiere un carácter espiritual indeleble y no puede ser reiterado ni conferido para un tiempo determinado.

 Cualidades del diácono permanente

Ya san Pablo establecía una serie de cualidades para los diáconos (cf. 1 Tim 3, 8-13). La Iglesia católica latina pide que el candidato al diaconado permanente posea, además de la necesaria formación, determinadas cualidades para recibir el orden, es decir, doctrina recta, piedad sincera, buenas costumbres, aptitud y salud física y psíquica para ejercer el ministerio (cf. canon 1051, 1 del CIC). El diácono permanente debe ser considerado hombre íntegro y honrado por la comunidad, caritativo, respetuoso, misericordioso y servicial.

Funciones de los Diáconos

Son funciones de los diáconos, entre otras: – Instruir a los fieles. – Presidir las oraciones. – Asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de la Liturgia, sobre todo, de la Santa Misa, proclamar el Evangelio, preparar las ofrendas y distribuir la sagrada Comunión. – Predicar la homilía en los casos que fuera conveniente. – Administrar el sacramento del Bautismo. – Asistir y bendecir el Matrimonio. – Bendecir personas y cosas (tales como la bendición del agua, etc.). – Llevar el viático o sagrada Comunión a los moribundos. – Por escasez de sacerdotes, el Obispo le puede encomendar una participación en el ejercicio de la cura pastoral de una parroquia, bajo la dirección de un sacerdote. – Presidir la celebración de la Palabra. – Presidir las exequias y responsos fúnebres. – Presidir la celebración dominical en ausencia del presbítero, no pudiendo consagrar la Eucaristía.

Galería de fotos:

]]>

DSC00808

Bodas de oro sacerdotales. Promoción del 26 – VII – 1971

Vodas de ouro sacerdotais

12 – V – 2021

Somos a promoción do 26 de xullo do 1971. Celebramos a vodas de ouro sacerdotais seis compañeiros: Atilano (Santa Eufemia), José Carlos (Catedral), Ramiro (Catedral), Aquilino (Santa Teresita), M. Sierra (capellán no CHUO) e un servidor  José Pérez Domínguez (Catedral). Únense á festa, dende o ceo, Ricardo, Berardo e Manolón, falecidos. A nosa promoción foi das últimas na que a lingua latina era esencial tanto para comunicación intereclesial como para os estudos filosófico-teolóxicos e celebracións litúrxicas. Por iso os suliñados van latín, reflexo de unha historia e de unha vida, e que a maioría dos lectores seguen no esquema da eucaristía.

Tres canónigos da S. I. Catedral celebran as súas vodas de ouro sacerdotais.

M.I.Sr. D. José Carlos Fernández Otero                              Ilmo Sr. D. José Pérez Domínguez                         M.I.Sr. D. Ramiro González Cougil

Aos 60, aos 50 e aos 25 anos de sacerdocio

12 – V – 2021

 Excelentísimo Sr. Bispo D. Leonardo; Sr. Bispo D. Francisco José, compañeiros e amigos sacerdotes, seminaristas e relixiosas.

 Adjutorium nostrum in nomine Domini: Algúns sacerdotes, moitos, están a celebrar  hoxe as súas vodas de platino (60 anos); outros celebramos as vodas de ouro (50 anos) e , os máis novos, celebran as súas vodas de prata sacerdotais (25 anos). Co gallo da pandemia covid 19 xuntámonos dúas promocións de cada un dos aniversarios. As nosas promocións foron das últimas nas que a lingua latina era esencial tanto para comunicación intereclesial como para os estudos filosófico-teolóxicos, así como para a celebracións litúrxicas. Por iso os subliñados de esta acción de gracias van en latín, xa que son reflexo de unha historia e de unha vida, e quen máis e quen menos dos aquí presentes comprenden perfectamente o que estamos a dicir, pois a Liturxia das Horas e maila Misa celebrámolas tódolos días. Confiteor Dei omnipotenti … Pedimos perdón polos pecados de omisión. Por desgraza son pecados moi comúns na vida cristiá e tamén na vida sacerdotal, pero non por iso son escusables. Polos malos exemplos (a nosa vida non sempre foi un fiel reflexo do Evanxeo e, as veces, faltounos algo de celo apostólico. Non sempre fomos cristiáns misioneiros). Pedimos perdón por ter usado o ministerio sacerdotal para apoiar á nosa personalidade, para xustificar a nosa maneira de vivir. O papa Francisco dinos que os sacerdotes temos que ser pastores e que non podemos deixarnos embargar pola acedia, enfermidade frecuente. Pedimos perdón polos pecados contra a caridade pastoral: crernos en posesión da verdade, sen contar en tantas ocasións coa verdade dos irmáns. Gloria in excelsis Deo … Como nos ferve o corazón de ledicia ao recitar este  himno: honor, loanza e gloria ao noso Deus. A Xesucristo, ao Kirios, ao Señor do tempo e da historia, que está sentado á dereita do Pai e intercede por todos nós, na unidade do  Espírito Santo para gloria de Deus Pai. O canto dos anxos de Belén resoa en cada unha das nosas festas dende o máis profundo do noso ser. Verbum Domini… Deo Gratias… Xesucristo é a Verdade eterna que se manifestou na plenitude dos tempos. Urxe o anuncio da Palabra de Deus ás nosas xentes (nenos, mozos e persoas maiores), urxe o anuncio da Palabra de Deus aos emigrantes, urxe o anuncio da Palabra de Deus a quen sofre, urxe o anuncio da Palabra Deus aos pobres. A Palabra de Deus crea e salvagarda a enteira creación. E temos por certo que “quen descoñece as Escrituras, descoñece ao noso Señor Xesucristo”.  A Palabra de Deus é a que salva, e non a nosa palabra. Credo in unum Deum… Cremos en Deus Pai todopoderoso e infinitamente misericordioso. A súa misericordia non ten fin. Cremos na Igrexa, fundada polo noso Señor; ela é santa e pecadora, porque os ministros e os fieis somos santos e pecadores. Cremos na vida eterna; pola entrañable comuñón dos santos algún día chegaremos ao ceo, lugar de felicidade, de descanso e de encontro co Señor resucitado. SanctusSanctusSanctus Dominus Deus Sábaoth… “Sede santos como santo é Deus voso Pai”. Evanxelizar é transmitir vida, santidade, animosidad espiritual. Os sacerdotes temos a obriga de entregar a nosa vida a Deus  pola salvación dos nosos irmáns. Non esquezamos as palabras do Señor: “Ninguén ten amor máis grande que o que da a vida polos amigos”. Ecce Agnus Dei qui tollis pecata mundi … Corpus Christi. Amén. O Corpo de Cristo. Amén. «A Eucaristía fai a Igrexa e a Igrexa fai a Eucaristía». A Eucaristía é fonte e cumio de toda a vida cristiá. “Tomade e comede … Tomade e bebede … Este é o meu corpo; este é o cáliz do meu sangue”. «O que come a miña carne e bebe o meu sangue vive en min e eu nel». ¡Cantas veces temos repetido, escoitado e consagrado o pan e mailo viño en  cada celebración da Eucaristía! Te Deum laudamus … Gracias, Señor: pola vida, polos nosos pais, polos nosos irmáns e demais familiares e amigos. Pola vida sobrenatural que nace en nós no bautismo, pola parroquia onde temos nacido e onde fomos bautizados, polos nosos Srs. Curas, que nos axudaron a crecer na fe e tamén no sacerdocio, polos feligreses e veciños todos. Gracias, Señor, polo precioso don do sacerdocio, polo Seminario e os nosos formadores e profesores, polos Srs. Bispos, que nos ordenaron e cos que nos tocou colaborar ao longo de tantos anos, por tódolos nosos condiscípulos, algúns xa falecidos (que en paz descansen), polos sacerdotes do presbiterio diocesano cos que camiñamos ano tras ano, pola fidelidade á nosa vocación ao longo de sesenta, cincuenta e vinte e cinco anos. Pero conscientes de que todo é obra do Señor e da súa gracia. Ego sum resurrectio et vita: qui credit in me, etiam si mortuus fuerit, vivet; et omnis qui vivit et credit in me, non morientur in aeternum. O camiño é longo. Moitos irmáns nosos caeron na larga camiñada: as nosas nais e os nosos pais, os nosos familiares, amigos e coñecidos , os condiscípulos, compañeiros sacerdotes. E tamén queremos acordarnos hoxe dos mortos na pandemia, que tanto nos está facendo sufrir. A todos: Chorus Angelorum te suscipiat, et cum Lazaro paupere aeternam habeas requiem. Regina Coeli laetare Alleluia … Permitídenos para ir finalizando mirar con tenrura a nosa Nai bendita do ceo, a Virxe María. Nosos pais, nosos irmáns e os nosos avós foron quen de ensinarnos a rezarlle. Ao longo da nosa vida sacerdotal, nas ledicias e nas tristuras, sempre acudimos a bendita Nai do ceo e facémolo dende as moitas advocacións diocesanas: a Clamadoira, a Aparecida, os Milagres, o Portal, a Saleta, o Viso, os Remedios, … Con confianza acudimos a Ela e gústanos agarimarnos no seu colo. Sempre fomos acollidos pola nosa Señora. Irmáns, que celebramos o aniversario da nosa ordenación sacerdotal, collidos da man de María, vaiamos ao encontro de Deus, noso Pai. Ite, missa est:… “Homes de Galilea, que facedes aquí mirando ao ceo?” A Sementeira está a ser longa, a seitura promete, pois xa corre o gran nas espigas. ¿60, 50, 25 anos? ¿Que fixemos?  Pouca cousa e todo ca axuda do Señor. “Non fostes vós que me elixistes; son eu quen vos elixín e envieivos para dar froito”. Irmáns todos, sabendo o que sabemos, volveriamos a escoitar a chamada do Señor para mellor servir a nosa Igrexa diocesana e universal polo camiño da sinodalidade. A todos, de corazón, moitas gracias.    ]]>

DSC00848

Último día de la novena al Santo Cristo de Ourense. Día 9º

Día 3 de mayo, lunes: 9º día de la novena.

El Buen Samaritano.

Llegados al final de esta novena, hemos de reconocer que no produciría los frutos que el Señor desea si nos quedásemos solo en la contemplación de su sufrimiento por nosotros y del valor e importancia que nuestro sufrimiento, unido al de Cristo, tiene para la salvación del mundo. San Juan Pablo II nos transmite hoy, en nombre del Señor resucitado, una misión: ser los buenos samaritanos que no “pasan de largo”, con indiferencia, ante el sufrimiento del prójimo, sino que se “paran”, curan sus heridas y cargan sobre si con misericordia, en nombre del Resucitado, al hermano que encuentran postrado al borde del camino de la vida. De S. Juan Pablo II: “Salvifici doloris” 28-29.   La parábola del buen Samaritano pertenece al Evangelio del sufrimiento. Indica, en efecto, cuál debe ser la relación de cada uno de nosotros con el prójimo que sufre. No nos está permitido «pasar de largo», con indiferencia, sino que debemos «pararnos» junto a él. Buen Samaritano es todo hombre, que se para junto al sufrimiento de otro hombre de cualquier género que ése sea. Esta parada no significa curiosidad, sino más bien disponibilidad. Es como el abrirse de una determinada disposición interior del corazón, que tiene también su expresión emotiva. Buen Samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento ajeno, el hombre que «se conmueve» ante la desgracia del prójimo. Si Cristo, conocedor del interior del hombre, subraya esta conmoción, quiere decir que es importante para toda nuestra actitud frente al sufrimiento ajeno. Por lo tanto, es necesario cultivar en sí mismo esta sensibilidad del corazón, que testimonia la compasión hacia el que sufre. A veces esta compasión es la única o principal manifestación de nuestro amor y de nuestra solidaridad hacia el hombre que sufre. Por consiguiente, es en definitiva buen Samaritano el que ofrece ayuda en el sufrimiento, de cualquier clase que sea. Ayuda, dentro de lo posible, eficaz. […] El hombre no puede «encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás», Buen Samaritano es el hombre capaz precisamente de ese don de sí mismo. Siguiendo la parábola evangélica, se podría decir que el sufrimiento, que bajo tantas formas diversas está presente en el mundo humano, está también presente para irradiar el amor al hombre, precisamente ese desinteresado don del propio «yo» a favor de los demás hombres, de los hombres que sufren. Podría decirse que el mundo del sufrimiento humano invoca sin pausa otro mundo: el del amor humano; y aquel amor desinteresado, que brota en su corazón y en sus obras, el hombre lo debe de algún modo al sufrimiento. “Por tu pasión y muerte en cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y en la muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y por las intenciones de toda la Iglesia (breve silencio). Oración: Oh Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por nosotros el suplicio de la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del enemigo, concédenos a tus siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por Cristo Nuestro Señor. Amén Misa por los cofrades difuntos:

        Solemne novensa: Fotos Novena    ]]>

IMG_20210501_112054

Novena al Santo Cristo de Ourense. Día 8º

Día 2 de mayo, domingo: 8º día de la novena. V domingo de Pascua.

El Evangelio del sufrimiento – los Santos.

En este V Domingo de Pascua la liturgia nos propone el evangelio de la vid y los sarmientos y S. Juan Pablo II nos recuerda en su Carta Apostólica (de una forma casi profética respecto a su propia vida y al evangelio del sufrimiento que él mismo proclamó) que los santos respondieron con su sufrimiento personal a la llamada que Cristo les hizo a seguirlo. Ellos fueron y nosotros estamos llamados también a ser esos sarmientos que, unidos a Cristo-Vid, producen fruto abundante para la vida eterna. El papa llega incluso a afirmar algo que resulta escandaloso para los oídos del mundo de hoy: que el sufrimiento no solo no es algo inútil, si no que es una gracia especial que acerca interiormente al hombre a Cristo.

De S. Juan Pablo II: “Salvifici doloris” 26.  

A través de los siglos y generaciones se ha constatado que en el sufrimiento se esconde una particular fuerza que acerca interiormente el hombre a Cristo, una gracia especial. A ella deben su profunda conversión muchos santos, como por ejemplo San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, etc. Fruto de esta conversión es no sólo el hecho de que el hombre descubre el sentido salvífico del sufrimiento, sino sobre todo que en el sufrimiento llega a ser un hombre completamente nuevo. Halla como una nueva dimensión de toda su vida y de su vocación. Este descubrimiento es una confirmación particular de la grandeza espiritual que en el hombre supera el cuerpo de modo un tanto incomprensible. Cuando este cuerpo está gravemente enfermo, totalmente inhábil y el hombre se siente como incapaz de vivir y de obrar, tanto más se ponen en evidencia la madurez interior y la grandeza espiritual, constituyendo una lección conmovedora para los hombres sanos y normales.

La respuesta que llega mediante esta participación, a lo largo del camino del encuentro interior con el Maestro […] Es una vocación. Cristo no explica abstractamente las razones del sufrimiento, sino que ante todo dice: «Sígueme», «Ven», toma parte con tu sufrimiento en esta obra de salvación del mundo, que se realiza a través de mi sufrimiento. Por medio de mi cruz. A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento. El hombre no descubre este sentido a nivel humano, sino a nivel del sufrimiento de Cristo. Pero al mismo tiempo, de este nivel de Cristo aquel sentido salvífico del sufrimiento desciende al nivel humano y se hace, en cierto modo, su respuesta personal. Entonces el hombre encuentra en su sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual.

“Por tu pasión y muerte en cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y en la muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y por las intenciones de toda la Iglesia (breve silencio).

Oración:

Oh Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por nosotros el suplicio de la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del enemigo, concédenos a tus siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por Cristo Nuestro Señor. Amén

]]>

IMG_5272

Novena al Santo Cristo de Ourense. Día 7º

Día 1 de mayo, sábado: 7º día de la novena.

El Evangelio del sufrimiento – María.

  Este sábado deseamos permanecer con María, Madre de Jesús y Madre nuestra, a los pies del Calvario. S. Juan Pablo II, gran enamorado de María, nos ayudará hoy a redescubrir la particularísima participación de nuestra Madre Celeste al Evangelio del sufrimiento mediante sus numerosos e intensos sufrimientos y la sobrenatural fecundidad para los fines de la salvación universal que ésta ha tenido. Escuchemos de nuevo aquellas palabras de Jesús a San Juan desde la cruz como si fuesen destinadas a cada uno de nosotros: “Mujer, ahí tienes a tu hijo … hijo, ahí tienes a tu Madre”. De S. Juan Pablo II: “Salvifici doloris” 25.   Es ante todo consolador —como es evangélica e históricamente exacto— notar que, al lado de Cristo, en primerísimo y muy destacado lugar junto a Él está siempre su Madre Santísima por el testimonio ejemplar que con su vida entera da a este particular Evangelio del sufrimiento. En Ella los numerosos e intensos sufrimientos se acumularon en una tal conexión y relación, que si bien fueron prueba de su fe inquebrantable, fueron también una contribución a la redención de todos. Más aún, después de los acontecimientos de la vida oculta y pública de su Hijo, indudablemente compartidos por Ella con aguda sensibilidad, fue en el Calvario donde el sufrimiento de María Santísima, junto al de Jesús, alcanzó un vértice ya difícilmente imaginable en su profundidad desde el punto de vista humano, pero ciertamente misterioso y sobrenaturalmente fecundo para los fines de la salvación universal. Su subida al Calvario, su «estar» a los pies de la cruz junto con el discípulo amado, fueron una participación del todo especial en la muerte redentora del Hijo, como por otra parte las palabras que pudo escuchar de sus labios fueron como una entrega solemne de este típico Evangelio que hay que anunciar a toda la comunidad de los creyentes. Testigo de la pasión de su Hijo con su presencia y partícipe de la misma con su compasión, María Santísima ofreció una aportación singular al Evangelio del sufrimiento, realizando por adelantado la expresión paulina citada al comienzo. Ciertamente Ella tiene títulos especialísimos para poder afirmar lo de completar en su carne —como también en su corazón— lo que falta a la pasión de Cristo. “Por tu pasión y muerte en cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y en la muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y por las intenciones de toda la Iglesia ( Oración Oh Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por nosotros el suplicio de la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del enemigo, concédenos a tus siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por Cristo Nuestro Señor. Amén]]>

IMG_5271

Novena a Santo Cristo de Ourense. Día 6º

Día 30 de abril, viernes: 6º día de la novena.

El Evangelio del sufrimiento.

En este día de novena el Santo Cristo nos invita a entrar en una mayor intimidad con Él, pues quiere revelarnos, de la mano de S. Juan Pablo II, el Evangelio del sufrimiento: no solo indicándonos cómo el sufrimiento está presente en el Evangelio, si no también la fuerza salvadora del mismo en su misión mesiánica y en la misión de la Iglesia. Santa Teresa de Calcuta solía decir a menudo: “Jesús busca alguien que le consuele” y concluía “sé tú ese alguien”. De S. Juan Pablo II: “Salvifici doloris” 25.   El Evangelio del sufrimiento significa no sólo la presencia del sufrimiento en el Evangelio, como uno de los temas de la Buena Nueva, sino además la revelación de la fuerza salvadora y del significado salvífico del sufrimiento en la misión mesiánica de Cristo y luego en la misión y en la vocación de la Iglesia. El Evangelio del sufrimiento habla ante todo, en diversos puntos, del sufrimiento «por Cristo», «a causa de Cristo», y esto lo hace con las palabras mismas de Cristo, o bien con las palabras de sus Apóstoles. El Maestro no esconde a sus discípulos y seguidores la perspectiva de tal sufrimiento; al contrario, lo revela con toda franqueza, indicando contemporáneamente las fuerzas sobrenaturales que les acompañarán en medio de las persecuciones y tribulaciones «por su nombre». Estas serán en conjunto como una verificación especial de la semejanza a Cristo y de la unión con Él. «Si el mundo os aborrece, sabed que me aborreció a mí primero que a vosotros… pero porque no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por esto el mundo os aborrece… No es el siervo mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán…». «Esto os lo he dicho para que tengáis paz en mí; en el mundo habéis de tener tribulación; pero confiad: yo he vencido al mundo». Cristo ha vencido definitivamente al mundo con su resurrección; sin embargo, gracias a su relación con la pasión y la muerte, ha vencido al mismo tiempo este mundo con su sufrimiento. Sí, el sufrimiento ha sido incluido de modo singular en aquella victoria sobre el mundo, que se ha manifestado en la resurrección. Cristo conserva en su cuerpo resucitado las señales de las heridas de la cruz en sus manos, en sus pies y en el costado. A través de la resurrección manifiesta la fuerza victoriosa del sufrimiento, y quiere infundir la convicción de esta fuerza en el corazón de los que escogió como sus Apóstoles y de todos aquellos que continuamente elige y envía. El apóstol Pablo dirá: «Y todos los que aspiran a vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecuciones». “Por tu pasión y muerte en cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y en la muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y por las intenciones de toda la Iglesia (breve silencio). Oración: Oh Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por nosotros el suplicio de la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del enemigo, concédenos a tus siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por Cristo Nuestro Señor. Amén]]>

_67A1757

Novena al Santo Cristo de Ourense. Día 5º

Día 29 de abril, jueves: 5º día de la novena.

Partícipes en los sufrimientos de Cristo.

No solo Cristo nos ha redimido mediante su sufrimiento y ha redimido el mismo sufrimiento humano, si no que también ha elevado y cargado de significado nuestro propio sufrimiento: éste, aceptado y ofrecido en unión al sufrimiento de Cristo, se convierte en una respuesta de amor al amor infinito de Cristo en la cruz y una participación del sufrimiento redentor de Cristo para el crecimiento del Reino de Dios.

De S. Juan Pablo II: “Salvifici doloris” 19-21.  

En la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. Cristo —sin culpa alguna propia— cargó sobre sí «el mal total del pecado». La experiencia de este mal determinó la medida incomparable de sufrimiento de Cristo que se convirtió en el precio de la redención. De esto habla el Poema del Siervo doliente en Isaías. De esto hablarán a su tiempo los testigos de la Nueva Alianza, estipulada en la Sangre de Cristo. He aquí las palabras del apóstol Pedro, en su primera carta: «Habéis sido rescatados no con plata y oro, corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha». Y el apóstol Pablo dirá en la carta a los Gálatas: «Se entregó por nuestros pecados para liberarnos de este siglo malo»; y en la carta a los Corintios: «Habéis sido comprados a precio. Glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo».

El Redentor ha sufrido en vez del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su participación en la redención. Cada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Está llamado a participar en ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento humano ha sido también redimido. Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo.

Así pues, la participación en los sufrimientos de Cristo es, al mismo tiempo, sufrimiento por el reino de Dios. A los ojos del Dios justo, ante su juicio, cuantos participan en los sufrimientos de Cristo se hacen dignos de este reino. Mediante sus sufrimientos, éstos devuelven en un cierto sentido el infinito precio de la pasión y de la muerte de Cristo, que fue el precio de nuestra redención.

“Por tu pasión y muerte en cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y en la muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y por las intenciones de toda la

 Oración

Oh Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por nosotros el suplicio de la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del enemigo, concédenos a tus siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por Cristo Nuestro Señor. Amén

]]>

_67A2200R3

Novena al Santo Cristo de Ourense. Día 4º

Día 28 de abril, miércoles: 4º día de la novena.

Jesucristo: el sufrimiento vencido por el amor.

Santa Teresa de Calcuta, gran amiga de S. Juan Pablo II, decía a menudo: “cuando miro a la Cruz veo cuánto Dios me ha amado”. Hoy, contemplando a nuestro Santo Cristo y de la mano de estos dos grandes santos llegamos a la respuesta definitiva sobre el dolor. Cristo, víctima inocente, carga sobre si nuestro dolor y nuestra muerte y de ellas hace brotar la vida. La cruz, instrumento de muerte se convierte definitivamente, también para nosotros, en árbol de vida. De S. Juan Pablo II: “Salvifici doloris” 16-18.   En su actividad mesiánica en medio de Israel, Cristo se acercó incesantemente al mundo del sufrimiento humano. «Pasó haciendo bien», y este obrar suyo se dirigía, ante todo, a los enfermos y a quienes esperaban ayuda. Curaba los enfermos, consolaba a los afligidos, alimentaba a los hambrientos, liberaba a los hombres de la sordera, de la ceguera, de la lepra, del demonio y de diversas disminuciones físicas; tres veces devolvió la vida a los muertos. Era sensible a todo sufrimiento humano. Cristo sufre voluntariamente y sufre inocentemente. Acoge con su sufrimiento aquel interrogante que, puesto muchas veces por los hombres, ha sido expresado, en un cierto sentido, de manera radical en el Libro de Job. Sin embargo, Cristo no sólo lleva consigo la misma pregunta (y esto de una manera todavía más radical, ya que Él no es sólo un hombre como Job, sino el unigénito Hijo de Dios), pero lleva también el máximo de la posible respuesta a este interrogante. […] Cristo da la respuesta al interrogante sobre el sufrimiento y sobre el sentido del mismo, no sólo con sus enseñanzas, es decir, con la Buena Nueva, sino ante todo con su propio sufrimiento, el cual está integrado de una manera orgánica e indisoluble con las enseñanzas de la Buena Nueva. Esta es la palabra última y sintetica de esta enseñanza: «la doctrina de la Cruz», como dirá un día San Pablo. El sufrimiento humano ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo. Y a la vez ésta ha entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido unida al amor, a aquel amor del que Cristo hablaba a Nicodemo, a aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo, y de ella toma constantemente su arranque. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva. En ella debemos plantearnos también el interrogante sobre el sentido del sufrimiento, y leer hasta el final la respuesta a tal interrogante. “Por tu pasión y muerte en cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y en la muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y por las intenciones de toda la Iglesia (breve silencio). Oración: Oh Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por nosotros el suplicio de la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del enemigo, concédenos a tus siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por Cristo Nuestro Señor. Amén]]>