El Cabildo de la S. I. Catedral de Ourense se alegra con el nombramiento de Monseñor Fernando García Cadiñanos como Obispo Electo de Mondeñedo Ferrol.
El burgalés Fernando García Cadiñanos
será el nuevo obispo de Mondoñedo-Ferrol

El sacerdote Fernando García Cadiñanos, hasta ahora vicario general de la diócesis de Burgos, ha sido designado nuevo obispo de Mondoñedo-Ferrol, ocupando el cargo que desempeñó hasta finales del año pasado Luis Ángel de las Heras, que ahora está al frente de la diócesis de León.
Fernando García Cadiñanos nació en Burgos en 1968, siendo el hijo menor de una familia obrera y numerosa. Estudió EGB en el Colegio del Círculo Católico, de donde pasa al Seminario Menor para finalizar la enseñanza obligatoria y el bachillerato y después al Seminario Mayor, estudiando Teología en la Facultad de Teología del Norte de España en su sede de Burgos, donde obtiene el Bachiller en Teología y, posteriormente, la licenciatura en Teología Dogmática.
Es ordenado presbítero el 26 de junio de 1993 en la iglesia del Carmen de Burgos. En 1997 es enviado a Roma, donde obtiene la Licenciatura en Ciencias Sociales-Especialidad Doctrina y Ética sociales por la Universidad Gregoriana de Roma (año 2000).
Es profesor en la Facultad de Teología del Norte de España en su sede de Burgos donde imparte el curso de Teología Moral Social. Igualmente es el director del Aula de Doctrina Social de la Iglesia de dicha Facultad. Ha participado en numerosas conferencias, congresos y cursos de formación en torno a Cáritas, la Doctrina Social de la Iglesia, la caridad, en pensamiento del Papa Francisco. Ha publicado varios artículos sobre estos temas en diferentes diccionarios y revistas especializadas.
Su actividad pastoral comienza en la parroquia de Santa Catalina de Aranda de Duero, donde es vicario parroquial de 1993 a 1997. En esa misma época, compagina el cargo de delegado diocesano de Pastoral Obrera (1995-1997). Tras su paso por Roma (1997-2000), es nombrado párroco de Solarana y otras nueve parroquias, así como secretario del Departamento de Formación Sociopolítica, cargo que ostentará hasta el año 2010. Desde el año 2004 atiende, además, la parroquia de Villalmanzo, de la que es párroco hasta el año 2014. Desde el año 2005 a 2014 es arcipreste del Arlanza y en esta época es secretario del Consejo Presbiteral.
En 2014 es nombrado párroco de la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves en la ciudad de Burgos (2014-2016). Un año después, recibe el nombramiento de delegado diocesano de Cáritas. Desde el año 2016 es también vicario general de la diócesis de Burgos y moderador de Curia.

Fernando García Cadiñanos se hará cargo de la diócesis gallega de Mondoñedo-Ferrol. La Nunciatura Apostólica hace oficial su nombramiento este 1 de julio, un reconocimiento a la larga trayectoria del burgalés, que actualmente es vicario general de la diócesis de Burgos y delegado de Cáritas de la msima, desde donde ha continuado con su apuesta por la labor social de la iglesia.
García Cadiñanos ocupará, con 53 años, la sede vacante de la diócesis gallega. En 2020, la marcha de Luis Ángel de las Heras como obispo de León dejó vacante la diócesis de Mondoñedo-Ferrol, de la que ha estado ocupándose el canónigo de la Catedral – Basílica de la Asunción de Mondoñedo, Antonio Valin.
La diócesis de Mondoñedo – Ferrol abarca la zona norte de la provincia de Lugo y la parte septentrional de Coruña, con casi 300.000 habitantes, y suele ser una diócesis de paso, de formación para mayores responsabilidades futuras.
En Burgos, Fernando García Cadiñanos ha destacado por su implicación en el ámbito social de la iglesia burgalesa, culminada con su nombramiento como delegado diocesano de Cáritas.
]]>


]]>


]]>

El elegido para el diaconado se acerca al obispo y se arrodilla ante él. El obispo le impone las manos sobre la cabeza en silencio. Arrodillado el elegido ante el obispo, este, con las manos extendidas, dice la oración de consagración:
Escúchanos, Dios todopoderoso, que distribuyes las responsabilidades, repartes los ministerios y señalas a cada uno su propio oficio; inmutable en ti mismo, todo lo renuevas y ordenas y con tu eterna providencia lo tienes todo previsto y concedes en cada momento lo que conviene por Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro, que es tu Palabra, tu Sabiduría y tú Fuerza.
Tú haces crecer a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y, enriquecida con dones diversos, hermosamente construida con miembros distintos y unificada mediante admirable estructura, la edificas como templo de tu gloria.
Así estableciste, Señor, que hubiera tres órdenes de ministros para tu servicio, del mismo modo que en la Antigua Alianza habías elegido a los hijos de Leví para que sirvieran al templo, y, como herencia, poseyeran una bendición eterna.
Así también, en los comienzos de la Iglesia, los Apóstoles de tu Hijo, movidos por el Espíritu Santo, eligieron, como auxiliares suyos en el servicio cotidiano, a siete varones, tenidos por fieles testigos del Señor, a quienes, mediante la oración e imposición de manos, dedicaron al servicio, de los pobres, para poderse entregar ellos con mayor empeño a la oración y al servicio, de la palabra.
Te pedimos, pues, Señor, que mires también con bondad a éstos, tus siervos, que por mi oración consagro para el orden del diaconado y el servicio del altar.
Envía sobre ellos, Señor, el Espíritu Santo, para que, fortalecidos con tu gracia de los siete dones, desempeñen con fidelidad su ministerio.
Resplandezcan en su vida todas las virtudes: el amor sincero, la solicitud por los enfermos y los pobres, la autoridad moderada, la pureza sin tacha y un vivir siempre según el Espíritu; que tus mandamientos, Señor, se vean reflejados en su vida, y que, el ejemplo de su castidad suscite la imitación del pueblo santo; que sostenidos por el testimonio. de su buena conciencia, perseveren firmes y constantes en Cristo, de forma que, imitando en la tierra a tu Hijo, que no vino a ser servido, sino a servir, merezcan reinar con él en el cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Acabada la oración de consagración, el obispo se sienta con la mitra puesta. El ordenado se levanta y algunos diáconos o presbíteros imponen al ordenado la estola según el modo diaconal y lo revisten con la dalmática. El ordenado, con las vestiduras diaconales, se acerca al obispo, que entrega a cada uno el libro de los Evangelios, diciendo:
Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado (Ritual de Ordenaciones).
]]>




]]>






M.I.Sr. D. José Carlos Fernández Otero Ilmo Sr. D. José Pérez Domínguez M.I.Sr. D. Ramiro González Cougil

Adjutorium nostrum in nomine Domini: Algúns sacerdotes, moitos, están a celebrar hoxe as súas vodas de platino (60 anos); outros celebramos as vodas de ouro (50 anos) e , os máis novos, celebran as súas vodas de prata sacerdotais (25 anos). Co gallo da pandemia covid 19 xuntámonos dúas promocións de cada un dos aniversarios. As nosas promocións foron das últimas nas que a lingua latina era esencial tanto para comunicación intereclesial como para os estudos filosófico-teolóxicos, así como para a celebracións litúrxicas. Por iso os subliñados de esta acción de gracias van en latín, xa que son reflexo de unha historia e de unha vida, e quen máis e quen menos dos aquí presentes comprenden perfectamente o que estamos a dicir, pois a Liturxia das Horas e maila Misa celebrámolas tódolos días.
Confiteor Dei omnipotenti … Pedimos perdón polos pecados de omisión. Por desgraza son pecados moi comúns na vida cristiá e tamén na vida sacerdotal, pero non por iso son escusables. Polos malos exemplos (a nosa vida non sempre foi un fiel reflexo do Evanxeo e, as veces, faltounos algo de celo apostólico. Non sempre fomos cristiáns misioneiros). Pedimos perdón por ter usado o ministerio sacerdotal para apoiar á nosa personalidade, para xustificar a nosa maneira de vivir. O papa Francisco dinos que os sacerdotes temos que ser pastores e que non podemos deixarnos embargar pola acedia, enfermidade frecuente. Pedimos perdón polos pecados contra a caridade pastoral: crernos en posesión da verdade, sen contar en tantas ocasións coa verdade dos irmáns.
Gloria in excelsis Deo … Como nos ferve o corazón de ledicia ao recitar este himno: honor, loanza e gloria ao noso Deus. A Xesucristo, ao Kirios, ao Señor do tempo e da historia, que está sentado á dereita do Pai e intercede por todos nós, na unidade do Espírito Santo para gloria de Deus Pai. O canto dos anxos de Belén resoa en cada unha das nosas festas dende o máis profundo do noso ser.
Verbum Domini… Deo Gratias… Xesucristo é a Verdade eterna que se manifestou na plenitude dos tempos. Urxe o anuncio da Palabra de Deus ás nosas xentes (nenos, mozos e persoas maiores), urxe o anuncio da Palabra de Deus aos emigrantes, urxe o anuncio da Palabra de Deus a quen sofre, urxe o anuncio da Palabra Deus aos pobres. A Palabra de Deus crea e salvagarda a enteira creación. E temos por certo que “quen descoñece as Escrituras, descoñece ao noso Señor Xesucristo”. A Palabra de Deus é a que salva, e non a nosa palabra.
Credo in unum Deum… Cremos en Deus Pai todopoderoso e infinitamente misericordioso. A súa misericordia non ten fin. Cremos na Igrexa, fundada polo noso Señor; ela é santa e pecadora, porque os ministros e os fieis somos santos e pecadores. Cremos na vida eterna; pola entrañable comuñón dos santos algún día chegaremos ao ceo, lugar de felicidade, de descanso e de encontro co Señor resucitado.
Sanctus, Sanctus, Sanctus Dominus Deus Sábaoth… “Sede santos como santo é Deus voso Pai”. Evanxelizar é transmitir vida, santidade, animosidad espiritual. Os sacerdotes temos a obriga de entregar a nosa vida a Deus pola salvación dos nosos irmáns. Non esquezamos as palabras do Señor: “Ninguén ten amor máis grande que o que da a vida polos amigos”.
Ecce Agnus Dei qui tollis pecata mundi … Corpus Christi. Amén. O Corpo de Cristo. Amén. «A Eucaristía fai a Igrexa e a Igrexa fai a Eucaristía». A Eucaristía é fonte e cumio de toda a vida cristiá. “Tomade e comede … Tomade e bebede … Este é o meu corpo; este é o cáliz do meu sangue”. «O que come a miña carne e bebe o meu sangue vive en min e eu nel». ¡Cantas veces temos repetido, escoitado e consagrado o pan e mailo viño en cada celebración da Eucaristía!
Te Deum laudamus … Gracias, Señor: pola vida, polos nosos pais, polos nosos irmáns e demais familiares e amigos. Pola vida sobrenatural que nace en nós no bautismo, pola parroquia onde temos nacido e onde fomos bautizados, polos nosos Srs. Curas, que nos axudaron a crecer na fe e tamén no sacerdocio, polos feligreses e veciños todos. Gracias, Señor, polo precioso don do sacerdocio, polo Seminario e os nosos formadores e profesores, polos Srs. Bispos, que nos ordenaron e cos que nos tocou colaborar ao longo de tantos anos, por tódolos nosos condiscípulos, algúns xa falecidos (que en paz descansen), polos sacerdotes do presbiterio diocesano cos que camiñamos ano tras ano, pola fidelidade á nosa vocación ao longo de sesenta, cincuenta e vinte e cinco anos. Pero conscientes de que todo é obra do Señor e da súa gracia.
Ego sum resurrectio et vita: qui credit in me, etiam si mortuus fuerit, vivet; et omnis qui vivit et credit in me, non morientur in aeternum. O camiño é longo. Moitos irmáns nosos caeron na larga camiñada: as nosas nais e os nosos pais, os nosos familiares, amigos e coñecidos , os condiscípulos, compañeiros sacerdotes. E tamén queremos acordarnos hoxe dos mortos na pandemia, que tanto nos está facendo sufrir. A todos: Chorus Angelorum te suscipiat, et cum Lazaro paupere aeternam habeas requiem.
Regina Coeli laetare Alleluia … Permitídenos para ir finalizando mirar con tenrura a nosa Nai bendita do ceo, a Virxe María. Nosos pais, nosos irmáns e os nosos avós foron quen de ensinarnos a rezarlle. Ao longo da nosa vida sacerdotal, nas ledicias e nas tristuras, sempre acudimos a bendita Nai do ceo e facémolo dende as moitas advocacións diocesanas: a Clamadoira, a Aparecida, os Milagres, o Portal, a Saleta, o Viso, os Remedios, … Con confianza acudimos a Ela e gústanos agarimarnos no seu colo. Sempre fomos acollidos pola nosa Señora. Irmáns, que celebramos o aniversario da nosa ordenación sacerdotal, collidos da man de María, vaiamos ao encontro de Deus, noso Pai.
Ite, missa est:… “Homes de Galilea, que facedes aquí mirando ao ceo?” A Sementeira está a ser longa, a seitura promete, pois xa corre o gran nas espigas. ¿60, 50, 25 anos? ¿Que fixemos? Pouca cousa e todo ca axuda do Señor. “Non fostes vós que me elixistes; son eu quen vos elixín e envieivos para dar froito”. Irmáns todos, sabendo o que sabemos, volveriamos a escoitar a chamada do Señor para mellor servir a nosa Igrexa diocesana e universal polo camiño da sinodalidade. A todos, de corazón, moitas gracias.
]]>

Llegados al final de esta novena, hemos de reconocer que no produciría los frutos que el Señor desea si nos quedásemos solo en la contemplación de su sufrimiento por nosotros y del valor e importancia que nuestro sufrimiento, unido al de Cristo, tiene para la salvación del mundo. San Juan Pablo II nos transmite hoy, en nombre del Señor resucitado, una misión: ser los buenos samaritanos que no “pasan de largo”, con indiferencia, ante el sufrimiento del prójimo, sino que se “paran”, curan sus heridas y cargan sobre si con misericordia, en nombre del Resucitado, al hermano que encuentran postrado al borde del camino de la vida.
De S. Juan Pablo II: “Salvifici doloris” 28-29.
La parábola del buen Samaritano pertenece al Evangelio del sufrimiento. Indica, en efecto, cuál debe ser la relación de cada uno de nosotros con el prójimo que sufre. No nos está permitido «pasar de largo», con indiferencia, sino que debemos «pararnos» junto a él. Buen Samaritano es todo hombre, que se para junto al sufrimiento de otro hombre de cualquier género que ése sea. Esta parada no significa curiosidad, sino más bien disponibilidad. Es como el abrirse de una determinada disposición interior del corazón, que tiene también su expresión emotiva. Buen Samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento ajeno, el hombre que «se conmueve» ante la desgracia del prójimo. Si Cristo, conocedor del interior del hombre, subraya esta conmoción, quiere decir que es importante para toda nuestra actitud frente al sufrimiento ajeno. Por lo tanto, es necesario cultivar en sí mismo esta sensibilidad del corazón, que testimonia la compasión hacia el que sufre. A veces esta compasión es la única o principal manifestación de nuestro amor y de nuestra solidaridad hacia el hombre que sufre.
Por consiguiente, es en definitiva buen Samaritano el que ofrece ayuda en el sufrimiento, de cualquier clase que sea. Ayuda, dentro de lo posible, eficaz. […] El hombre no puede «encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás», Buen Samaritano es el hombre capaz precisamente de ese don de sí mismo.
Siguiendo la parábola evangélica, se podría decir que el sufrimiento, que bajo tantas formas diversas está presente en el mundo humano, está también presente para irradiar el amor al hombre, precisamente ese desinteresado don del propio «yo» a favor de los demás hombres, de los hombres que sufren. Podría decirse que el mundo del sufrimiento humano invoca sin pausa otro mundo: el del amor humano; y aquel amor desinteresado, que brota en su corazón y en sus obras, el hombre lo debe de algún modo al sufrimiento.
“Por tu pasión y muerte en cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y en la muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y por las intenciones de toda la Iglesia (breve silencio).
Oración:
Oh Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por nosotros el suplicio de la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del enemigo, concédenos a tus siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por Cristo Nuestro Señor. Amén
Misa por los cofrades difuntos:


Fotos Novena