Último día de la Novena al Santo Cristo de Ourense.
Sepultura y Resurrección de Jesús. Mc. 15, 45 – 46.
“Las mujeres se marcharon a toda prisa al sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, volvieron a anunciarlo a los discípulos” Señor, que nunca olvide que la muerte no es el final del camino, que no me quede ante tu sepulcro entristecido .Que tu resurrección aliente nuestro caminar hacia la casa del Padre.
El papa Francisco dio a María Magdalena el título de apóstol de Jesús. Las mujeres fueron las primeras en remover la fe en Jesús vivo y de proponer el seguimiento cercano del Resucitado. Pues, como buen pastor, vino a nosotros para darnos vida abundante: “El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”. Jn. 10, 1 – 10.
Los judíos esperaban al Mesías, unos como rey, otros como siervo doliente y otros como pastor. Juan presenta a Jesús como siervo y cordero de Dios; Jesús se presenta como Rey en la pasión y muerte; y como Pastor que viene en nombre de Dios a reunir las ovejas dispersas.
Los pastores de Israel eran ladrones que se aprovechaban de sus puestos de dirigentes y no amaban a sus ovejas. Pero eso se acaba, Jesús es el Pastor, la puerta del redil para ir a la casa del Padre. Jesús explica las relaciones que hay entre Él y las ovejas: las conoce, conocen su voz, las llama por su nombre, las saca a los mejores pastos, y las ovejas le siguen.
Hagamos de nuestra vida una vida eucarística: canto de acción de gracias (prefacio), venida del Espíritu sobre los dones y sobre nosotros (consagración), comunión con Jesús en su pensar y en su sentir (comunión).
“Por tu pasión y muerte en cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y en la muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y por las intenciones de toda la Iglesia (breve silencio).
Oración en tiempos difíciles: Enséñanos a llevar nuestra cruz unidos a tus sufrimientos, − para que se manifieste en nosotros la luz de tu gloria. Apiádate de nosotros, Señor.
Oración: Oh Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por nosotros el suplicio de la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del enemigo, concédenos a tus siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
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