Domingo 1º de Cuaresma:
Una esperanza probada
A mediados de la Cuaresma del año pasado (compartida con toda la humanidad), nos sorprendió una emergencia sanitaria y social. Ahora se han vuelto cotidianas palabras difíciles de vivir y pronunciar, como “estar en cuarentena”, “confinamiento”, “medidas
sanitarias…”, y hemos tenido que vivir juntos una pandemia de consecuencias dolorosas. Hemos comprobado que “ponerse en cuarentena” es ponerse en un proceso de curación y recuperación para superar un proceso vírico que daña el cuerpo propio y se propaga al cuerpo de los demás.
La Cuaresma litúrgica es un como un tiempo terapéutico para el crecimiento vital y espiritual, como un tiempo de practicar cuidados que ayudan a las personas y a la comunidad cristiana en su maduración y vivencia de la experiencia de Dios.
Estamos experimentando en este tiempo el “desierto” de la inseguridad y de la incertidumbre. No tenemos asegurado el éxito ni tenemos certezas de qué hacer y cómo, ni cómo será nuestro futuro. Es un tiempo para dar espacio a la interioridad, al silencio, a la oración y al trabajo personal para mirar de frente esta “desolación” en la que estamos.
Jesús también vivió el “desierto” y fue tentado con nuestras mismas tentaciones. Pero salió reforzado y más convencido aún de la experiencia recibida: dentro de todos los “desiertos” de nuestra humanidad hay un oasis escondido: el Reino de Dios que no ha muerto. Lo llevamos escondido. Será necesario no dejarnos envolver por las tentaciones que nos paralizan (creernos los mejores, únicos, poderosos, propietarios o enfadados porque no somos el centro del mundo o no somos aplaudidos) y ponernos en búsqueda para encontrar ese tesoro que nos abre a la esperanza desde la conversión.
Ponernos en marcha por senderos nuevos, abandonar tanto lastre que nos impide viajar, hablar y servir libres y ligeros para ser testigos de la Buena Nueva como pregoneros y no como propietarios. ¡No todo está perdido! (Pastoral diocesana).
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Diócesis de Ourense























El mundo ha superado los 95 millones de contagios por coronavirus. Pero hay otras cifras aún peores. Este año, más de 800 millones de personas padecerán hambre en el mundo. Y 1.300 millones se ven ya afectadas por la pobreza.



El

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“En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque hoy has revelado en Cristo, para luz de los pueblos, el verdadero misterio de nuestra salvación; pues al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal nos hiciste partícipes de la gloria de su inmortalidad” (Pref. Epifanía).























“La cultura del cuidado como camino de paz”.











